En referencia a la consciencia, la meditación tiene mucho que decirnos. Y es que, debemos de entender que la mente es como un mono, y no para de saltar de un lugar a otro. Ya que, el cerebro se compone de diferentes partes y las neuronas hablan entre ellas, haciendo que nuestra mente elabore estrategias a cada momento.
Por tanto, tal y como si se tratará de un ordenador o un teléfono móvil, debemos de reiniciar nuestra pantalla que es la mente, como si se tratara de una memoria que colapsa y no puede más, ya que, necesitamos calmar la superficie del río de nuestra mente.
Debemos de apaciguar nuestra mente, para poder estar en control de nuestra vida, y de nuestros pensamientos, y aprender a vivir en el presente que es el único momento que tenemos, ya que vivimos a través del pasado y proyectando el futuro, pero nos olvidamos del ahora.
La meditación nos enseña pues, que lo más importante es ser conscientes de este momento: de nuestra respiración, de nuestro cuerpo y también de nosotros mismos.
La meditación es básica dentro las diversas religiones, entre ellas la más conocida, es la practicada en el budismo, pero también el cristianismo trata de dirigir el foco de la mente a Dios. La meditación, es por tanto, parte de dos de las seis ramas de la filosofía hindú e incluso en el Islamismo se emplean técnicas meditativas. Y es que, en definitiva la meditación —la plena consciencia— es la única manera de conectar con la vida y la que nos conecta a todos los seres humanos.
La meditación, además de tener propósitos religiosos, también está relacionada con la buena salud física y mental, ya que, diversos estudios científicos demuestran que, algunas técnicas de meditación ayudan a mejorar la salud emocional y el sistema inmunitario, es decir, la salud en general.
Además estos estudios concluyen que la meditación también puede ayudar a mejorar la concentración y la memoria. En este sentido, debemos de recordar a Matthieu Ricard, un monje budista francés que reside en el monasterio Shechen Tennyi Dargyeling en Nepal. Y el cual, a raíz de un estudio en la Universidad de Wisconsin, en el cual, varios investigadores le colocaron 256 electrodos en su cráneo, logró alcanzar el nivel más alto de actividad que se ha alcanzado nunca en la corteza cerebral prefrontal izquierda —la que se asocia con la emociones positivas—. Ricard por tanto, alcanzó los resultados más altos registrados y ha sido laureado como la persona más feliz del planeta.