El planeta no necesita más personas «exitosas». Necesita desesperadamente más personas que cultiven la paz, personas que ayuden a sanar y rehabilitar, que narren historias y den amor en todas las formas posibles. Gente que viva de forma significativa en sus lugares de origen, con coraje moral, dispuestos a luchar por un mundo más habitable y humano; y estas cualidades, tienen muy poco que ver con el éxito tal como lo entiende nuestra cultura actual.
Dalai Lama
Existen innumerables casos de personas exitosas, que no lo son tanto; personas que después de una vida llena de reconocimientos exteriores terminan sucumbiendo a la vida, algunos se han suicidado, otros han muerto por haber ingerido altas dosis de pastillas o drogas.
Existen casos como: el famoso dj Avicii; los cantantes Michael Jackson, Elvis Presley, Amy Winehouse, Chester Bennington —el vocalista de Linkin Park—; tres cantantes de K—pop; o el famoso actor de cine Robin Williams —conocido por películas como, Mrs. Doubtfire, Jumanji, Noche en el museo, o Happy Feet—.
A todos ellos les pudo la vida, les pudo el éxito, ya que cuidaron lo exterior, pero no lo interior, esa fue su gran tragedia. Tenían todo lo que cualquier persona normal pueda pedir, respecto a lo material, pero ¿en su interior?, solo ellos lo sabrían… Imagino que una persona que piensa en la muerte, la cual no cuida su salud y vive excediéndose, debe de estar pasándolo muy mal psicológicamente.


En realidad, yo tuve una época así, negra y oscura. Nunca pensé en la muerte —ni tampoco caí en excesos—, pero no tenía ganas de vivir, sufrí graves ataques de ansiedad, ya que, para mí la vida no tenía sentido. Durante varios años estuve yendo a psicólogos y a algún psiquiatra.
Ahora lo entiendo todo, era mi leyenda personal, y aunque todavía a veces me flaquean las fuerzas, soy fuerte, amo a la vida, y estoy enganchado a ella.
En realidad, para mí, el motor de la felicidad es la vida, el valor de las personas que nos rodean y encontrar un sentido más allá de mí mismo, y con este sentido no me refiero a un Dios, si no a un sentido que se escapa de mi comprensión.
Entiendo perfectamente lo que es no creer en un Dios único, pero me niego a resignarme que existimos sin más y aunque lo respeto, tampoco acepto una vida nihilista «sin sentido», yo apuesto por una vida de devoción.
Puede ser: vocación a tus seres queridos, a una vida de ayuda al prójimo, o de gratitud por lo que nos mantiene vivos; pero también puede ser, el amor, la paz o tener la virtud de valorar las pequeñas cosas, que conforman la vida. Y es que, debemos de dar gracias a esta vida y a todo lo que existe en ella.
Aun así, no debemos de olvidar el principal problema, y es que, en España el suicidio sigue siendo la primera causa de muerte no natural. Según estadísticas del INE, en España cada hora mueren 2,5 personas, es decir, son 10 muertes al día, lo que al año supone unas 3.600 personas. No nos podemos quedar perplejos, algo estamos haciendo mal como sociedad del futuro.

Recuerdo conocer este verano a Lucas Figueroa, director de cine, el cual, me animó a ver un documental «Frágil Equilibrio», de su amigo el director de cine Guillermo García López, en él, aparece reflejada la vida de los japoneses. Este documental es fiel reflejo de la locura que vivimos en todas partes del mundo desarrollado: una sociedad conectada, pero solitaria; una sociedad superpoblada, pero carente de humanidad.

Estuve investigando sobre: ¿qué pasa con los trabajadores japoneses?, y descubrí información del señor Karoshi. Este hombre murió repentinamente por trabajar excesivamente, y ahora este nombre se usa en este país para denominar a la muerte repentina de los trabajadores —muerte súbita— por agotamiento. De verdad, tan listos somos para algunas cosas, pero tan vacíos de humanidad para otras. Y es que, pienso que necesitamos parar y replantearnos a donde vamos.

Vivimos en una sociedad donde: tener el mejor coche, el mejor cuerpo físico, la mejor casa, el último móvil, las mejores fotos en las redes sociales es signo de éxito, pero… ¿a qué costa?; yo a esto lo llamo el falso éxito.

Y es que, según una investigación de la Universidad de Purdue, el dinero y lo material dan la felicidad hasta cierto punto. Según nos dice el estudiante de Doctorado Andrew T. Jebb, autor principal del estudio, existen umbrales donde más dinero no es igual a más felicidad. Este estudio nos muestra que el ingreso ideal por año es de 95.000 dólares para las necesidades materiales y 75.000 para las emocionales.

Esta investigación se basa en una muestra de más de 1.700.000 de personas, las cuales son de 164 países. Las evaluaciones se midieron en función del poder económico y las preguntas estaban enfocadas en la satisfacción y la calidad de vida.

Debemos de empezar, por tanto, a ser conscientes de nuestra existencia y de su profunda belleza, para poder valorar nuestra vida como se merece. Y es que, hay veces que es más valioso un instante de consciencia de los momentos vividos, de las personas amadas, de los regalos de la vida, que de todo lo material que tengamos.

No es que diga que no hay que luchar por un futuro mejor, yo mismo trabajo mucho, pero con cabeza, corazón y consciencia de donde estoy, qué es lo que quiero y a donde voy.